Night Journey Page 5
“Now close your eyes and lose again this site where you have lost your senses.”
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New Jersey
La luna y sus cuernos desabridos. Una lengua de tierra entre dos ríos. Casas blancas, bajas, en un verano enmudecido. Todo en calma, excepto por las sombras de algo que no se ve. (El pasado es la ausencia donde se juega el destino.) Vengo, es verdad, de una ciudad de sótanos, de un laberinto gris y tenebroso. Pero eso no facilita las cosas. No he llegado hasta aquí sin miedo. Un aroma indolente me acompaña, ¿la osamenta de qué sueño? Un joven alza un estandarte. Un leopardo negro de cornamenta múltiple sobre un pedestal. Ya he visto a ese animal. He presenciado su quietud, su corona frondosa. (Los ruidos de puertas que golpean, el viento furioso, la tormenta que sin duda existe, ocurren sólo adentro.) El joven cierra los ojos como si volviera en sí.
Como si apuntara al invierno, a cánticos en claustros que aún no han existido.
—Esperar —dice. Y ése es todo el argumento de su alma.
¿Atravesaré el río que circunda a la isla de mi corazón o dejaré al viento aprisionado?
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New Jersey
The moon and its dull horns. A tongue of earth between two rivers. Low white houses, in a muted summer. Everything quiet, except for the shadows of something unseen. (The past is the absence where fate is at stake.) I come, it is true, from a city of base-ments, from a gray and tenebrous labyrinth. But that doesn’t help. I haven’t come this far without fear. A lazy scent accompanies me: what dream’s skeleton?
A youth raises his standard. A black leopard with branching antlers on a pedestal. I have seen this animal before. I have experienced its stillness, its luxuriant crown. (Interior events: the noises of slamming doors, the raging wind, the undeniable storm.) The youth closes his eyes as if awakening from trance. As if he were pointing toward winter, toward chanting in cloisters that have yet to exist.
“Wait,” he says. And that is his soul’s only argument.
Will I cross the river that encircles the island of my heart or will I leave the wind in prison?
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Rosamundi
(a Sophie Cabot Black)
Un cortejo de hombres vestidos de frac contrastan con el verde de un bosque fulgurante. Llevan un ataúd de madera negra donde voy yo, la novia invisible. Hubo, acaso, una flecha ciega, atraída por la imprecisión y lo exiguo. (Yo solía pasearme en mi patria de témpanos, la gran noche nórdica.) Desde el ojo del viento, sus torres insomnes, veo a aquel que conoce mis sueños de piedra: un amante
obstinado y viejísimo. Su tristeza es un cielo de ángulos, un murmullo o un himno que dice no sé, no me importa no saber (pero es mentira). Su memoria no existe, o existe como un río que fluye hacia adelante y atrás, lo confunde. O es un juego, como el que juega la niña que aún seré, en este bosque o en otro, deshaciendo las cintas de la rosa dorada que ocupa el lugar del sol.
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Rosamundi
(to Sophie Cabot Black)
A cortege of men in tailcoats salient against the green of a resplendent forest. They are bearing a black wooden coffin and within it I, the invisible bride. Perhaps there was an aimless arrow, attracted by imprecision and scarcity. (I often walked in my floe country, the wide Nordic night.) From the eye of the wind, its insomniac towers, I see someone acquainted with my stony dreams: a stubborn and decrepit lover. His sadness is an angular sky, a murmur or hymn that says I do not know, don’t care to know (but that is a lie). His memory does not exist or exists like a river that flows forward and back; it bewilders him. Or it is a game, like one played by the little girl I will become again, in this or another forest, untying the ribbons of the golden rose that usurps the sun.
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Encrucijada
Hay una fotografía en blanco y negro en que estamos las tres: Mamá, mi hermana y yo. Mamá tiene un solero a cuadros, gris y blanco, el pelo negro, una sonrisa joven. Mi hermana es un renacuajo con un dedo en la nariz. Yo —once años contra el sol del balcón que da a la calle Azcuénaga— presagio la tristeza. Por mis ojos, negros como no los tuve nunca, cruzan barcos guerreros, lanzas y hombres hambrientos de poder, es decir deseosos de mujer.
Veo que los barcos se acercan y que aún no he resuelto: a) si quiero que los barcos se hundan, y con ellos los hombres y todo lo demás; b) si yo misma he de apurar las armas y subir a los barcos; c) si he de ignorar a los barcos y quedarme al lado de Mamá para siempre, pero eso se parece demasiado a la muerte.
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Crossroads
There’s a black-and-white photograph that shows the three of us: Mom, my sister, and I. Mom
wears a checked sundress, gray and white, black hair, a youthful smile. My sister is a little squirt with a finger in her nose. I—11 years old—against the sun on the balcony that looks out over
Azcuénaga Street—an augury of sadness. In front of my eyes, dark as they never were, cross
warships, lances, and men hungry for power, that is, lusting for women. I see the ships approaching and have not yet resolved: (a) if I want the ships to sink, and the men and everything; (b) if I will arm myself and board the ships; (c) if I will ignore the ships and stay at Mom’s side forever, but that seems too much like death.
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La ceguera
Los refugiados de este campamento hacen cola con sus platos de comida vacíos. Es una fila inmensa, de famina o plaga, un desamparo inmoderado sobre un país ya acéfalo. Como en todo lo alcanzado por la ruina, cunde el miedo, el futuro hiberna en las extensas descripciones de la muerte. Los hombres pasan, impelidos por el aire cálido, sin poder alcanzar la realidad. Algo en su propia pena los retiene como imán en un espejo enorme, insensato, magnífico. Sin tregua, espoleados por lo efímero, desquiciados en una ola de acoso y gemidos e inconcebible nada. Pero yo voy hacia atrás, inexplicablemente retrocedo hasta llegar al final, donde hay un puesto de comida ambulante. De pronto aparece un niño, me observa indeciso, como a un fugitivo o culpable de algo, como quien mide un exceso, una ceguera aún no conquistada. No alcanzo a ver el instante en que se desvanece, sin dejar huellas, como un fuego que se extingue y me quedo ahí, parado, sin saber nada de él, ni de los refugiados, ni del por qué del hambre, ni de la frase que acaba de pronunciar y que flota ahora en un halo de polvo, irreductible y trunca. . .
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Blindness
The refugees in this camp stand in line with their empty plates. It is an immense line, from famine or plague, inordinate helplessness in a country already anarchic. As usual in the footsteps of decay, fear grows, the future hibernates in lengthy descriptions of death. Men pass by, driven by the warm air, unable to reach reality. Something in their own suffering holds them like a magnet in an enormous, senseless, magnificent mirror. Unceasingly, spurred on by the ephemeral, unhinged by a wave of assault and whimpers and inconceivable nothingness. But I am walking back; I retreat not knowing why until I reach the end, where a food cart stands. Suddenly a young boy appears, eyes me as a fugitive or a culprit, hesitantly, like a surveyor of exorbitance, an unfinished blindness. Imperceptible the moment in which he vanishes, without a trace, like a fire gone out, and I am left standing there, knowing nothing of him, nor the refugees, the hunger, nor the phrase he has just uttered, now floating in a halo of dust, irreducible and amputee. . . .
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Midgard
Apareció en el centro del vacío, toda de luz, como si hubiera estado ahí, durante siglos, un mediodía y un claro de luna eternos, creada por un dios invisible, el dios de los suicidas y también de aquellos, más dóciles, que se avienen a comer y beber para ser reales. Allí estaba, huérfana, completamente inmóvil, espiando el mundo y también esos pliegues donde los poemas buscan las cosas perdidas. Nos pareció que se mordía la cola. Será por eso (pensamos) que el porvenir se repite, que el traidor y el traicionado son uno, que persisten las pestes, las fugas en redondo, la memoria, ese animal mutilado. Su piel era de hielo, su vientre de cristal, libidinoso. La miramos desde nuestra ciudad moribunda com
o se mira un
fragmento de algo más espléndido, una verdad a punto de evadirse. Uno de nosotros dijo: — el Tiempo. Después callamos. Tanta inmovilidad
fermentaba. Y el alba, que pasaba para siempre.
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Midgard
It appeared in the center of emptiness, all of light, as if it had been there for centuries, for an eternal noon and moonlight, creation of an
invisible god, the god of suicides as well as the submissive, who, in order to exist, make do with food and drink. There it was, orphan, unmoving, descrying the world and even those creases in which poems search for the lost. It seemed to be biting its tail. That is why (we thought) the future repeats itself, traitor and betrayed are one, plagues recur, circular evasions, memory, that mutilated animal. Its skin was of ice, its belly of crystal, libidinous. We watched it from our dying city as if watching a fragment of an even greater splendor, a truth about to slip away. One of us said, “Time.” Afterwards, we were silent. Such immobility brewing. And the dawn, passing
forever.
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La ropa
En una mesa de bar estoy sentada con un grupo de poetas ávidas, inteligentes, chismosas. Una, en particular, se burla de las principiantes, después invita a su casa que está en el barrio más sofisticado de la ciudad. Yo, que tengo veinte años, digo que iré más tarde, debo bañarme y cambiar de ropa. (Mi
posibilidad de reinar es frágil, no logro tergiversar los hechos, una vez conocido un recurso me enamoro y naufrago en él.) Empiezo a hurgar en un bolso y, después de muchas vueltas, quedo así: medias tres cuartos, zapatos abotinados, jeans, un corsé escotado de encaje negro (que cubre apenas los pezones rojos) y encima, ocultando todo, mi tapado de piel de camello de cuando tenía once años. Veo una mesa llena de hombres y me acerco. Alguien me presenta a mi padre, que no me reconoce, sólo observa que mi tapado es muy fino, murmura de costado:
—Ciertas fugas están prohibidas.
Yo me pongo cada vez más pálida, como entristecida por un brusco deseo de felicidad, sin saber que el terror es un país, no existen los hábeas corpus de sí.
Termino saliendo del bar en una tormenta pavorosa, embarrándome hasta el alma, los cabellos flagelados por la lluvia, extraviada en la noche indecisa de bares y poetas, porque el abandono es voluptuoso.
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Clothes
I am sitting at a table in a bar with a group of women, avid, intelligent, gossipy poets. One of them in particular mocks beginners, then invites us to her house, in the trendiest neighborhood. I, only twenty, say I will go later; I have to take a bath and change clothes. (I have only the slightest chance of reigning; I can’t manage to twist facts; once I discover a stratagem I indulge and drown in it.) I begin to rummage in a sack, and after vacillating for ages I end up like this: knee socks, oxfords, jeans, a black lace bustier (which barely covers my red nipples) and on top of this, concealing everything, the camelhair coat I had when I was eleven. I see a table full of men and approach them. Someone introduces me to my father, who doesn’t recognize me; all he does is mention that my coat is very chic, and murmur in an aside,
“Certain evasions are prohibited.”
I grow paler and paler, as if saddened by an abrupt desire for happiness, without knowing that terror is a country, there is no habeas corpus for the self. I end up leaving the bar in a furious storm, up to my soul in mud, rain flagellating my hair, lost in the indeterminate night of bars and poets, because desertion is voluptuous.
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El diluvio
Una amazona galopa frente a mí en un corcel
blanco y me lleva a conocer páramos dichosos: montañas empinadas, una estepa de piedras, un lago azul que crece cada vez que lo miro. Al niño que soy lo hipnotiza ese riesgo. Le recuerda el azul de tus ojos, restos de alguna luz o de algún llanto, las noches en vela, tu alarma envidiosa por mi cuerpo que crece. Me protejo de esa
añoranza en un hotel decadente, erigido en la cima de algún promontorio. Ahora, también
llueve. Me asomo. Celosías verdes, olor de
verano. Como no puedo dejar de mirar, la estepa será pronto un mar y el hotel un buque titilante a orillas del viento. Hemos comenzado a
zozobrar. Ya no hay quien detenga esa luz que nos arrasa de cuajo y nos lleva como un ángel a la intemperie más pura.
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The Deluge
An Amazon gallops ahead of me on a white
charger and leads me to a delectable barren: steep mountains, a rocky steppe, a blue lake that grows larger each time I look at it. The young boy who is I is mesmerized by this risk. It
reminds him of the blue of your eyes, what
remains of a particular light or a weeping, night vigils, your envious alarm at my growing body. I shelter from this nostalgia in a rundown hotel standing on the summit of a promontory. Now it is raining as well. I peer out. Green shutters, the odor of summer. My eyes transfixed, the steppe will soon become an ocean and the hotel a boat twinkling on the banks of the wind. We have
begun to capsize. There is no one left to stop that light that razes us and like an angel bears us off to absolute exposure.
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Sleeping Beauty
He cruzado el océano. He hecho todo este esfuerzo para verte. Tu hermosura o navegaciones a orillas del sol. Tus ojos azules en la foto aquélla. Julie Christie en sombrero de rafia, perfil chato, la boca como incitación a los descuidos —oh centella. Pero al llegar te he encontrado dormida, sonámbula, como a la espera de algo (la realidad tal vez), como puesta en medio de la noche por todo lo que huye de la noche, sostenida en una espera levísima, una muerte casi irreal. ¿He llegado muy tarde? ¿Me apuré demasiado?
Te veo dormir, sentada en un bosque azul,
tridimensional, fabulosamente estático. Cómo no sé despertarte, decido volver a mi casa del otro lado del mar. Pero mi casa no existe, no es mía, son otros los que allí dan órdenes. Ah ¿cuántas millas antes de tu despertar? ¿Cuál de las dos está viva? ¿Quién me libra de tu sueño poderoso?
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Sleeping Beauty
I have crossed the ocean. All that effort just to see you. Your beauty or navigations on the banks of the sun, blue eyes in that snapshot, Julie Christie in a raffia hat, dishface, mouth like an incitement to recklessness—oh streak of light. But arriving, I find you asleep, sleepwalking, as if waiting for something (reality, perhaps), as if all that runs from night had placed you in the depths of night, swung in a gauzy expectation, a death almost unreal. Have I arrived too late? Was I in too much of a hurry? I see you sleeping, seated in a blue, three-dimensional, fabulously ecstatic forest. As I don’t know how to wake you, I decide to return to my house on the other side of the ocean. But my house does not exist, it isn’t mine; others give the orders there. Ah, how many miles before you wake? Which of us is alive?
Who will free me from your compelling dream?
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El viaje
Una imagen que se desprende de mí y es yo, sólo que inmaterial, me persuade y abandonamos
juntas el tren. Salimos a la superficie, el tren es subterráneo. Casi enseguida nos enteramos de la tragedia: incendio causa devastación en un tren, miles de personas muertas. Alguien dice: la dulzura de vivir es efímera. El terror es tal que desciendo otra vez a la plataforma. En el tren rojo y silencioso
—ahora detenido— busco al hombre que amo.
Cuando logro encontrarlo, veo su mirada extraviada: sostiene un niño muerto en los brazos y una
máscara. Desdibujado en el humo, me parece tan hermoso que me apresto a besarlo. Pero todo vuelve a llamear y su imagen se vuelve intolerable. Sus ojos hablan otra lengua y otro silencio. Sus ojos, en la sombra de la luz. Empiezo a llorar. A exigirle que me reconozca. A rogarle. La escena se crispa en el esfuerzo, podría quebrarse como un vaso. Me alejo.
Camino entre rescoldos. El amado, de nombre
inhabitable, ha perdido la razón.
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The Journey
An image that
stems from me, myself, only
immaterial, persuades me and together we leave the train. We reach the surface, the train underground. Almost at once we learn of the tragedy: fire destroys a train, thousands die. Someone says: life’s joys are ephemeral. Stunned with terror, I descend the stairs, return to the platform. In the red and silent train—now motionless—I search for the man I love. When I find him, I see his gaze wandering: there is a dead child in his arms and a mask. In the smoke, he looks hazy, so beautiful that I’m about to kiss him. But everything
goes up in flames again and his image becomes unbearable. His eyes speak another language and another silence. His eyes, in the shadow of light. I start to cry. To demand that he recognize me. To plead with him. The scene convulses with effort, it could shatter like a glass. I leave. Walk among burning coals. The beloved, his name
uninhabitable, has lost his mind.
81
Die Zeit
Una barca en consonancia con el horizonte y la bruma distante y la oscuridad resonante de todo. No hay nada a mi alrededor. Ni costa ni maderos ni algas ni gaviota alguna. Sólo la respiración del mar, libro de horas, agua latiendo al fondo de un murmullo, acaso una felicidad difícil, de esas que no logran grabarse en la memoria. De pronto, a mi izquierda, como viniendo del norte (donde el frío es proclive a las islas y el destierro abriga), asoma otra barca. En la cubierta, de pie, único tripulante y náufrago también, un enorme reloj de agujas ciegas que aparece y desaparece —como todo lo exacto— conforme
oscilan las olas. Oigo su corazón: un corazón vapuleado, lavado por la pena. Entre latido y latido, una eternidad. El extravío es esto: me tragarán tus ojos del color del mercurio. Después, qué importa lo que quede, ningún alma o todas las almas.